Tres noches y cuatros días por el desierto… Uyuni (Bolivia)
Y emprendí mi viaje por el Potosí.
Y emprendí mi viaje por el Potosí.
Emprendí un viaje que me dejó mucho que pensar. Emprendí desde La Paz a Uyuni mi viaje para encontrarme con un desierto de sal, con lagos de colores, montañas y un desierto dorado. Emprendí un viaje que me salvó de sensaciones, pensamientos y palabras.
Este “viaje” no empieza aquí, este viaje no empieza en Uyuni……Empieza en Lima fruto de las ganas de andar sola, de celebrar un año más de vida y de experimentar, “mochilear”, por estos lados del planeta.
Como siempre, decidí esta andadura más por impulso que por razón. Si mi razón se hubiese asomado al balcón de este desierto boliviano, me hubiese dicho: quédate en tu lugar que nada se te ha perdido por allí!!.
Mi razón no me hubiese dado el visto bueno para cruzar la frontera en un coche pequeño con personas desconocidas. Crucé a Bolivia desde Puno – Perú sola, con una maleta y no con una mochila……Ahora que voy recordando y escribiendo, me sonrío. A veces soy así….intrépida, arriesgada, poco temerosa y adaptable a diferentes circunstancias.
Mi viaje a Uyuni, tenía como objetivo conocer este desierto de sal de 12.000 kilómetros y a más de 3000 msnm. Uyuni está ubicado en el altiplano boliviano y se encuentra empañado por la Cordillera de los Andes. Pero mi deseo al llegar a La Paz ya no sólo fué conocer este desierto sino además, salió mi lado aventurero y decantándome por extender mi viaje por los Andes, compré el tour de tres noches y cuatro días en 4×4 para conocer, no sólo Uyuni, sino también ir por este medio hasta el sur de Bolivia frontera con Chile, a conocer los diversos lagos, lagunas, el desierto y conocer los poblados que hay en esta zona.
Cuando compré el viaje “sabía” que dormiría en casas de los pobladores, que habría sólo agua fría y que la comida la llevaría el chofer del todo terreno, pero sinceramente no dí en la realidad hasta que viví la experiencia. Hasta ese momento no pensé mucho más porque me ganaba las ganas de conocer y viajar sola.
Hoy en día recuerdo mucho el viaje y me doy cuenta lo que aprendí de él, ya que experimenté situaciones desconocidas para mí. El viaje por esta ruta del Potosí se hace en este tipo de vehículos porque en cuatro días se atraviesa el desierto y, claro está, en este no hay carreteras, caminos u hoteles. Sólo hay poblados de personas muy humildes que te ofrecen estadías en sus casas o algún “hotel” acorde con la situación que viven y tienen allí.
Comenzamos el viaje con un poco de imprevistos por parte del chofer pero eso sólo era el inicio de mi aventura por el Potosí. Durante estos cuatro días estuvimos en pleno desierto, con lo cual estaba con arena hasta el último punto de mi ser.
(Isla Incahuasi)
En cada uno de los lugares en los que estuvimos y dormimos, no había agua caliente, con lo cual no nos duchábamos. En este caso, me salvaron unas toallitas de mano que me llevé por recomendación de una amiga porque yo no era consciente de la magnitud de la situación. Los pobladores de allí viven con lo mínimo y no tienen agua caliente para ducharse y hablo de caliente porque en los cuatro días, tuvimos momentos de a -0 grados!!. Todo el tiempo estuve aseándome con estas toallitas “salvadoras” y el lavarme los dientes era una odisea por el frío del agua.
Sólo la primera noche dormí en un “hotel” que era más un hostel que otra cosa, y en este caso y sin saberlo antes, tuve que dormir con tres de mis compañeros de viaje, ya que no había más sitio en el lugar. La verdad, no me hice tanta bola y acepte la situación….. Total!! yo había elegido hacer este viaje y en esta ruta, no hay mucho más que esto.
El resto de días tuvimos que compartir la habitación entre todos (los seis que éramos en el viaje)!!. Esto ya no lo vuelvo aceptar!. Las casas de los pobladores no tenían sitio para tantas personas y nos tocaba dormir a todos juntos….Que mal llevaba esto ahora que lo recuerdo!.
En muchos momentos me quería regresar a casa pero no podía!. Cuanto valoré mi casa, mi cama, el agua, el ducharme, la comida en todos esos días!!. Ahora que lo recuerdo lo pasé mal en varios momentos pero de este viaje aprendí a valorar la vida de personas que viven con poco y si los vieses y escuchases, de sus bocas no salen quejas….
Si no hay hoteles, tampoco hay restaurantes y ante esto, es el propio chofer del todo terreno quien lleva la comida para esos cuatro días. Comimos cosas muy básicas y desconocidas para mí pero que no estaban mal. Sinceramente, comía todo lo que me daban porque mucha opción a buscar más no tenía. La comida la llevábamos en la parte de atrás del vehículo y estaba en una nevera. Cuando comíamos lo hacíamos en la mayoría de los casos, en mitad del desierto y sentados allí mismo. Sólo en la cena lo hacíamos en mesa porque estábamos instalados en el hospedaje.
A decir verdad, lo que peor llevé era el tema del no poderme duchar, me sentía fatal!! Tenía arena por todos lados, sumado al frío que hacía. Terminé como un pez en escamas!!. La cara la tenía escamosa por el sol y el frío. No me bastó con embadurnarme con crema protectora porque a la altura en la que estábamos, eso no daba mucho resultado.
Los viajeros y mi aprendizaje……
Me sorprendí mucho cuando me encontré con mis compañeros de viaje, en este caso seis personas totalmente diferentes. Conviví con tres chicos alemanes (dos chicas y un chico) de no más de 20 años, con una pareja de esposos ingleses de 70 años por lo menos y con el chofer boliviano.
Los ingleses llevaban un año viajando solos por América del Sur y sólo con sus mochilas. Vivían en una especie de barco en el sur de Chile y durante esos cuatro días no les escuché una sola queja, ni por frío, cansancio, agua ni por nada!!. Siempre estaban con una sonrisa en la cara y muy dispuestos a ayudar al resto.
Aprendí de ellos sus ganas de conocer la vida, de vivirla desde lo más básico y de que la queja no puede estar instaurada en mi vocabulario.
Hasta ese momento y después de pasar por La Paz, me quejaba mucho de mi ciudad, Lima pero el viaje por este país me ayudó a reconocer que en mi país hay también cosas buenas y que Lima no era tan caótica como yo la veía o sentía.
Aprendí de ellos sus ganas de conocer la vida, de vivirla desde lo más básico y de que la queja no puede estar instaurada en mi vocabulario.
Hasta ese momento y después de pasar por La Paz, me quejaba mucho de mi ciudad, Lima, pero el viaje me ayudó a reconocer que en mi país hay también cosas buenas y que Lima no era tan caótica como yo la veía o sentía.
Aprendí de los ingleses que para conocer mundo no necesitas tener 20 años, lo puedes hacer después y ser feliz con ello.
Aprendí sus ganas de conocer y experimentar con personas diferentes y en sitios muy diferentes al de su realidad. Aprendí que yo también quiero estar viajando a esa edad pero sin queja, sin maleta en la espalda y viviendo más el ahora. Sobre todo recuerdo de ellos, su sonrisa, la tranquilidad que transmitían y vivían el viaje, su disponibilidad a hacer nuevas actividades y a conocer lugares.
(Laguna Verde – Bolivia)
Los alemanes tenían varios meses viajando por esta zona, después de haber terminado sus estudios básicos. Antes de empezar estos tres chicos de no más de 20 años, la universidad, decidieron viajar para poder así conocer y vivir. Ellos tampoco se quejaron de nada!. Y su viaje no terminaba aquí, en nuestra última parada en la Laguna Colorada, dejaron el viaje con nosotros para continuar su ruta por el desierto de Atacama – Chile.
Las chicas estuvieron estupendas los cuatro días!. Piel radiante y pelo limpio (o al menos es lo que yo veía) y sin haberse duchado…. Esto sí que me dejó sorprendida!.
Hoy en día siempre me digo y comento, lo bien que hace a la salud mental y de vida, el viajar. Me hubiese encantado irme de viaje como estos alemanes a los 20 años y conocer mundo. Estoy segura que mi mente sería muy diferente a la de ahora pero mis circunstancias fueron otras y tampoco me quejo mucho porque hoy en día viajo de diferentes maneras también, y no sólo cogiendo vuelos y pisando nuevas tierras. Viajo leyendo, conociendo a nuevas personas, compartiendo, escuchando y aprendiendo sobre todo, de las personas viajeras de vida.
Lo que aprendí….
Aprendí como he dicho antes, a quejarme menos y sobre todo, menos de Lima. Durante este viaje me salieron a flote, recursos personales que no sabía que tenía o por lo menos, que no sabía que los tenía a flor de piel.
Me adapte muy bien a estos compañeros de viaje y me adapte a las circunstancias después de entender que hay personas que tienen una realidad muy diferente a la mía. Es verdad, instauré la queja pero la queja estuvo en silencio…sólo en mí sin contaminar al resto.
Me di cuenta que no valía la pena estar quejándome ni de eso ni de nada, aunque como humano, a veces me sale el modo “quejica”, intento en la medida de lo posible, no caer en ello.
Ahora que evoco este viaje, lo recuerdo sin miedo y sin saber lo que me tocaría vivir. Nunca pensé que me podría suceder algo. No pensé que alguien me pudiese hacer daño durante estos días, simplemente quería viajar y aprender sola.
Aprendí que puedo viajar y compartir carretera con personas que no conozco y que no pasa nada!!!.
Me dí cuenta y reconocí en ese momento, que me impulsa el riesgo….
Actualmente y no sé si es bueno o malo, no pienso mucho en hacer determinadas cosas porque muchas veces, me gana más el deseo de aprender y descubrir mundo que quedarme en mi sitio viendo pasar los días. Será porque soy de las que pienso que la vida es hoy, mañana no sé si será….
¿Viajamos?
Esta parte es mi otra vida. Tengo claro que no sería nada sin las experiencias que viví, disfruté y de aquellas complicadas. Nunca nada será difícil hasta que lo vives!. Cada uno ahora mismo está en lucha por algo. Valoremos lo que somos y tenemos hoy….mañana, no sé! .
Grace
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